Los insectos al igual que otros invertebrados son capaces de sentir y evitar estímulos peligrosos que perciben como dolorosos, a este sentido se le llama nocicepción. A través de unas terminaciones nerviosas libres llamadas nociceptores se pueden sentir estímulos potencialmente dañinos como son calor, frío, heridas… pero no se sabía si podían sentir dolor crónico o no.
Este sentido del dolor se produce cuando el nociceptor detecta que se ha rebasado su umbral, y por tanto, tiene que enviar una señal al cerebro.
Pongamos como ejemplo la reacción humana de tocar algo que quema con la mano. Cuando el nociceptor que se encuentra en la piel de nuestra mano detecta que la hemos apoyado en algo muy caliente que rebasa el límite de lo que puede resistir (lo que se conoce como umbral), se envía una señal al cerebro indicando que «eso quema» para que automáticamente se aparte la mano del calor, o del estímulo dañino que corresponda. Esto puede suponer una experiencia subjetiva del dolor en seres sensibles pero no sucede en todos los casos y sería objeto de otro post.
En el caso de los insectos, se sabía que los insectos pueden sentir dolor como mecanismo de defensa, «pero lo que no sabíamos es que una lesión podría provocar una hipersensibilidad duradera a los estímulos normalmente no dolorosos de manera similar a las experiencias de los pacientes humanos», explica el profesor Greg Neely.
El profesor Greg Neely y sus colegas de la Universidad de Sidney han publicado un estudio en la revista Science Advances, que sugiere que los insectos pueden sufrir dolor crónico después de que las heridas hayan sanado.
Este estudio ofrece la primera evidencia genética de qué causa el dolor crónico en Drosophila melanogaster (mosca de la fruta) y también hay evidencias de que cambios similares también son causa del dolor crónico en seres humanos.
La investigación en esta línea puede llevar al desarrollo de tratamientos, que por primera vez, ataquen la causa y no sólo los síntomas del dolor crónico. Entre los objetivos del grupo de investigación del profesor Neely y sus compañeros del Charles Perkins Centre que estudian el dolor, se encuentra el desarrollo de soluciones no opiáceas para la gestión del dolor.
El dolor crónico
El dolor crónico es un dolor persistente que continua después de que la herida inicial haya sanado. Puede aparecer de dos formas: como dolor inflamatorio o neuropático.
[box type=»info» align=»» class=»» width=»»]El dolor neuropático es el producido por alteraciones del sistema nervioso que pueden conducir a sufrir dolor.
El dolor inflamatorio se debe a procesos de inflamación del tejido.[/box]
¿Cómo lo han averiguado?
El estudio realizado en las moscas de la fruta se hizo dañando un nervio de una pata de la mosca, y después dejando que se curara completamente. Después de que la herida se curara, encontraron que las otras patas de la mosca se habían vuelto hipersensitivas: una vez que la mosca ha sido herida una vez, se vuelven hipersensitivas y tratan de protegerse durante el resto de sus vidas de una herida similar.
A continuación, la clave era establecer cómo se producía este proceso a nivel genético. Según explica Neely:
La mosca está recibiendo mensajes de dolor de su cuerpo que van a través de las neuronas sensoriales hasta el nervio ventral, la versión de la mosca de nuestra médula espinal. En este nervio hay neuronas inhibidoras que actúan como una puerta para permitir o bloquear la percepción de dolor basándose en el contexto. (…)
Después de la lesión, el nervio afectado descarga toda su carga en el nervio ventral y mata todos los frenos para siempre (aquellos que bloquean experimentar la sensación de dolor). El umbral del dolor cambia y ahora están hipervigilantes.
El perder el umbral del dolor es necesario para los animales para sobrevivir a situaciones peligrosas. Sin embargo, cuando los seres humanos perdemos este umbral supone una gran pérdida de calidad de vida. Los seres humanos necesitamos mantener ese umbra para vivir una vida cómoda y no dolorosa.
En seres humanos se piensa que el dolor crónico da lugar a desarrollar tanto sensibilización periférica como desinhibición central.
«Desde nuestra disección genómica imparcial del dolor neuropático en la mosca, todos nuestros datos apuntan a la desinhibición central como la causa crítica y subyacente del dolor neuropático crónico»
«Es importante destacar que ahora sabemos que el paso crítico que causa el dolor neuropático en moscas, ratones y probablemente en humanos, es la pérdida de los frenos de dolor en el sistema nervioso central, estamos enfocados en crear nuevas terapias con células madre o medicamentos que se enfoquen en la causa subyacente y el dolor se detenga para siempre».
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