El movimiento antivacunas, ¿debate serio o un bulo?

movimiento antivacunas
Imagen 1 Viñeta satírica del siglo XVIII mostrando los posibles efectos secundarios de la vacuna de la viruela descubierta por Jenner (de pie, en el centro). La vacuna procedía de las vacas, de ahí los posibles "efectos secundarios".

En los últimos años se ha puesto de moda el movimiento antivacunas, entre otras terapias de la denominada “medicina alternativa” como la homeopatía, la acupuntura o las flores de Bach. En este artículo se repasarán los orígenes del movimiento antivacunas, sus principales argumentos y las consecuencias de su auge.

Una historia que viene de lejos

Como se describía en un artículo previo (aquí puedes leerlo), la primera vacuna fue la de la viruela, descubierta por el médico inglés Edward Jenner en el siglo XVIII. El escepticismo acerca de su descubrimiento fue inmediato, por lo que mucha gente se mostraba reticente a la vacuna.

La vacuna consistía en inocular el virus de la viruela vacuna (que afectaba a las vacas) en humanos, otorgando inmunidad de por vida al virus de la viruela.

En parte fue el hecho de que la cura proviniese de una enfermedad que afectaba a las vacas lo que provocó el escepticismo (ver imagen 1). Otro motivo fue, como en cualquier avance científico producido entre los siglos XV y XIX, la oposición de los sectores religiosos de la sociedad. Si las enfermedades existían era por voluntad de Dios, y no correspondía a los hombres cambiar eso.

Por ambos motivos mucha gente prefería no vacunarse o recurrir al método tradicional de variolación, consistente en inocularse del virus de la viruela estando sano e intentar sobrevivir, pese a que existía la posibilidad de morir en el intento. Por este motivo la variolación fue prohibida ya en el siglo XVIII, al extenderse la práctica de la vacunación.

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Imagen 1 Viñeta satírica del siglo XVIII mostrando los posibles efectos secundarios de la vacuna de la viruela descubierta por Jenner (de pie, en el centro). La vacuna procedía de las vacas, de ahí los posibles «efectos secundarios».

Argumentos serios y contemporáneos contra la vacunación

Existen algunos, aunque ninguno tiene el peso suficiente para ser tenido en cuenta por las autoridades sanitarias. El primer argumento es el económico, que se basa en que la vacunación masiva de la población cuesta más dinero del que ahorra.

Esto, por supuesto, es falso. Prevenir las enfermedades supone un ahorro en gastos sanitarios, hace que la gente sea más productiva al no pasar tiempo enferma y reduce la mortalidad, lo cual es indiscutiblemente bueno para la sociedad.

Si da la impresión de que las enfermedades contra las que nos vacunamos no son graves (el sarampión, el tifus, la tos ferina, la rubeola y hace años la viruela, por decir algunos ejemplos) es porque se han vuelto infrecuentes y las epidemias que arrasaron Europa y América han quedado atrás en la historia.

Por aportar un dato, se estima que el ahorro que supuso la vacunación de niños en los EEUU frente a 7 enfermedades durante el año 2001 fue de 40.000 millones de dólares, 10.000 de los cuales hubieran sido gastos sanitarios. La relación entre el dinero ahorrado y el coste de esas vacunas fue de 16,5 dólares ahorrados por cada uno gastado.

Otro argumento extendido es que la aplicación de múltiples vacunas en un breve periodo de tiempo a los niños sobrecarga su sistema inmune, volviéndolo vulnerable. Esto no sólo es una contradicción respecto al funcionamiento de las vacunas (permiten al sistema inmune generar una respuesta frente a una enfermedad) sino que no tiene una base sólida. Vacunarte contra el sarampión no hace que seas más vulnerable a la gripe, por ejemplo.

Tal vez el argumento más extendido contra el uso de vacunas en niños es que estas provocan autismo. Existen dos teorías diferentes dentro de este apartado: que el autismo era provocado por la vacuna triple vírica o MMR (una única vacuna que inmuniza frente a sarampión, paperas y rubeola) y que el autismo lo causaba un compuesto presente en las vacunas llamado tiomersal.

La teoría de que la vacuna MMR causaba autismo la extendió el investigador británico Andrew Wakefield en un trabajo publicado en el año 1998. En dicho trabajo Wakefield trabajó con una docena de niños con trastornos del espectro autista que se habían manifestado al poco tiempo de recibir la vacuna MMR. Lo que no se sabía entonces era que la investigación de Wakefield había sido financiada por padres que habían demandado a los fabricantes de la vacuna.

Esto genera un conflicto de interés entre los resultados del artículo y la financiación, por lo que en esos casos es necesario notificarlo a la revista que publica el artículo, para una mejor revisión.

Wakefield ocultó esto, y en el año 2009 se confirmó que había falseado los datos de su investigación. Los coautores del trabajo se retractaron y la revista retiró el artículo. No existe ninguna evidencia a día de hoy de que la vacuna MMR provoque autismo.

En cuanto al tiomersal, distintas organizaciones de salud pública de los EEUU solicitaron en 1999 que los fabricantes de la vacuna de la gripe retirasen ese compuesto de dicha vacuna. Se corrió la voz de que era ese compuesto el que provocaba autismo, pese a que ninguna investigación lo respaldaba, y esto se vio reforzado cuando el tiomersal fue prohibido también en Europa debido al principio de prevención.

La prueba de que el tiomersal no estaba relacionado con el autismo es que tras su retirada de la vacuna de la gripe el número de casos de autismo en niños no ha descendido. Es más, la tasa de autismo en países como EEUU está en aumento, pero no hay ninguna relación demostrada entre esto y las vacunas.

Finalmente, un argumento ético contra el uso de vacunas es el de la libertad individual. El gobierno no debe decidir sobre las decisiones que uno toma sobre su propio cuerpo, y esto debería aplicarse también a las vacunas.

El problema de esto es que la decisión aquí no afecta al propio cuerpo, sino a los hijos de los antivacunas. Por otra parte, aunque alguien decida no vacunarse estaría beneficiándose de que el resto de la población sí lo haga, disfrutando de los beneficios sin incurrir en ningún riesgo.

La importancia de la vacunación

Existen dos argumentos importantes a favor de la vacunación, dejando de lado el hecho de que la mortandad infantil haya caído en picado desde que las vacunas de enfermedades como la rubeola, la polio o la viruela se hayan descubierto. Estos dos argumentos se basan en lo que se conoce como inmunidad de grupo.

Cuando gran parte de una población está inmunizada frente a un patógeno (virus o bacteria), es muy difícil para el patógeno transmitirse entre las personas no inmunizadas de esa población (ver imagen 2). Hay que entender que algunas vacunas no tienen una efectividad del 100%, y que existe la posibilidad de contraer una enfermedad incluso si se está vacunado contra ella (esto depende de qué enfermedad se trate).

Debido a esto, si sólo la mitad de la población estuviera vacunada, esa enfermedad no sólo afectaría a la parte no vacunada de la población, sino a algunas personas que sí están vacunadas.

Por otra parte, existen casos en los que una persona no puede ser vacunada, debido a una enfermedad del sistema inmune o una alergia. Este es el principal argumento ético a favor de vacunarse: proteger a aquellos miembros de la población que no pueden hacerlo.

Un ejemplo de esto lo tenemos con los niños pequeños. No todas las vacunas se administran a la vez a una temprana edad, algunas requieren dosis de refuerzo o necesitan una edad mínima para aplicarse. Si los adultos de la población están vacunados frente a estas enfermedades, es más complicado que un niño sin vacunar se contagie de ellas, pues el reservorio de huéspedes para el patógeno es menor.

Epidemias debidas a la no-vacunación

Se han dado casos de epidemias o brotes de enfermedades debidas a que la gente no se vacunó pudiendo hacerlo. Como se mencionaba al principio del artículo, el movimiento anti- vacunas surgió en el siglo XVIII en cuanto fue descubierta la vacuna de la viruela.

En Estocolmo surgió un movimiento antivacunas, que provocó que la tasa de vacunación fuera de apenas un 40%, mientras que en el resto del país rondaba el 90%. Una epidemia de viruela en 1873 les hizo recuperar el sentido común.

Otro caso más reciente se produjo en el Reino Unido en la década de los 70, cuando se registraron una treintena de casos de reacciones adversas a la vacuna de la tos ferina. Se corrió la voz de que la vacuna era peligrosa y sus beneficios eran escasos, lo que disminuyó la tasa de vacunación en el país del 80% al 30% en unos pocos años.

El aumento de los brotes epidémicos y la muerte de varios niños pusieron fin a la suspicacia, con lo cual la tasa de vacunación subió hasta el 90% y la enfermedad prácticamente desapareció.

inmunidad de grupo
Imagen 2 Esquema de funcionamiento de la inmunidad de grupo.

Posteriormente a la controversia sobre la vacuna MMR se produjeron varios brotes de sarampión en el Reino Unido e Irlanda. En el año 2000 fueron ingresados en hospitales más de 100 niños con esta enfermedad, tres de los cuales no la superaron. Otro brote de sarampión ocurrió en el 2005 en el estado de Indiana, EEUU. En este caso no hubo ningún fallecido.

El suceso más catastrófico en el movimiento antivacunas se produjo en Nigeria, donde líderes religiosos promovieron que la población dejara de vacunarse contra la polio y el sarampión. Los casos de polio se dispararon en Nigeria y los países vecinos, debido a brotes de la enfermedad.

En el año 2006 Nigeria tenía la mitad de todos los casos de polio en el mundo. En el año 2005 se produjeron 20.000 casos de sarampión y más de 600 muertos. A finales del 2007 otros 200 niños murieron en varios brotes de sarampión.

Los dos casos más recientes y mediáticos han sido un brote de sarampión en Disneylandia (EEUU), en el que se superaron los 100 casos pero no hubo víctimas; y la muerte por meningitis de una niña de 9 años en Barcelona.

En este último caso la niña no estaba vacunada, pese a que la vacuna de la meningitis se incluye en el calendario de vacunación habitual. No fue el único caso de un niño muerto por meningitis en nuestro país, pero sí el más llamativo, debido a que la niña no estaba vacunada.

Como se ha mencionado anteriormente, es posible que un niño contraiga una enfermedad pese a estar vacunado, ya que la efectividad de algunas vacunas no es del 100%. Si además algunos padres deciden no vacunar a sus hijos, la inmunidad de grupo se resiente y aumentan las probabilidades de que se produzca un brote infeccioso de una enfermedad que es evitable con las vacunas.

Finalmente, y a título personal, me gustaría hacer un inciso. Debido a diversos viajes que he hecho en el último año, tomé la decisión de vacunarme de varias enfermedades cuyas vacunas no se administran de forma rutinaria (porque son raras en nuestro país): la hepatitis A, la fiebre tifoidea y la fiebre amarilla.

Cuando me puse las vacunas era consciente de que existían posibles efectos secundarios, pero eso me dio igual. ¿Por qué? Pues porque prefiero lidiar con los efectos secundarios de la vacuna de la fiebre amarilla (si se manifiesta alguno) estando en España antes que contagiarme de fiebre amarilla estando en el extranjero, sin acceso a una sanidad pública de calidad.

No existe ninguna evidencia científica de que las vacunas estén relacionadas con el autismo. Si bien existen efectos secundarios (como en la mayoría de medicamentos), estos se dan en un número de casos marginal y son mucho menos graves que padecer la enfermedad frente a la que nos vacunamos. Disponemos de las herramientas para llevar una vida larga y saludable, aprovechémoslas en lugar de volver a supersticiones y prácticas medicinales propias de siglos pasados.

Fuentes:

  1.  Zhou F, Santoli J, Messonnier ML et al. (2005). «Economic evaluation of the 7-vaccine routine childhood immunization schedule in the United States, 2001». Arch Pediatr Adolesc Med 159 (12): 1136-44
  2. Deer B (8 de febrero de 2009). «MMR doctor Andrew Wakefield fixed data on autism». Sunday Times.
  1. Horton R (2004). «The lessons of MMR». Lancet 363 (9411): 747-9.
  2. François, G.; Duclos, P.; Margolis, H.; Lavanchy, D.; Siegrist, C. A.; Meheus, A. ?; Lambert, P. H.; Emiro??lu, N. et al. (2005). «Vaccine Safety Controversies and th Future of Vaccination Programs». The Pediatric Infectious Disease Journal 24 (11): 953.
  3. Schmidt K, Ernst E (2003). «MMR vaccination advice over the Internet». Vaccine 21 (11-12): 1044-7.
  4. John TJ, Samuel R (2000). «Herd immunity and herd effect: new insights and definitions». Eur. J. Epidemiol. 16 (7): 601-6.
Biólogo, doctorado en ecología por la Universidad de A Coruña. Apasionado por la ciencia y enamorado desde la infancia de la naturaleza y los animales, especialmente la biología marina y los insectos.