Vacunas, cuando el hombre venció a los patógenos

vacunas
Imagen 1 Es importante vacunar a los niños a una edad temprana para evitar que adquieran enfermedades durante su juventud. Algunas vacunas contienen patógenos debilitados, en otros casos los patógenos están muertos o se trata de vacunas sintéticas sin ningún patógeno.

Las vacunas son a día de hoy la principal protección de los seres humanos frente a enfermedades infecciosas. Desde que comenzaron a emplearse hace ya dos siglos, muchas enfermedades que antes eran comunes y provocaban graves epidemias se han vuelto poco frecuentes en los países desarrollados, e incluso se han llegado a erradicar por completo.

El descubrimiento de las vacunas

El término “vacuna” procede de la expresión latina variola vaccinae, que significa “viruela de la vaca”. Hace referencia a una enfermedad que afecta al ganado vacuno (provocada por el virus Vaccinia virus) y que estaba emparentada con la viruela (provocada por Variola virus).

La viruela del ganado vacuno podía contagiarse a los humanos, pero sus efectos eran mucho más leves que los de la viruela, que tenía una mortalidad elevada y era la enfermedad infecciosa más mortífera en aquella época.

Sucedía que aquellas personas que entraban en contacto con la viruela vacuna adquirían inmunidad frente a la viruela. Esto se debe a que nuestro sistema inmune reconoce los patógenos y es capaz de desarrollar una respuesta frente a ellos.

Si esta respuesta sucede cuando la enfermedad ya está avanzada, en ocasiones es tarde y el paciente fallece. Pero si el sistema inmune genera una respuesta con rapidez, la enfermedad es contenida.

Algunas enfermedades, como la viruela o el sarampión, sólo se pueden padecer una vez en la vida y basta una vacuna para obtener la inmunidad total. Esto se debe a que una vez el sistema inmune se ha enfrentado a la enfermedad, esta no vuelve a manifestarse.

En otros casos, como la gripe, el virus responsable muta cada cierto tiempo, por lo que el sistema inmune debe generar una respuesta diferente para cada cepa del virus. Es por esto que no basta con una vacuna de la gripe para tener inmunidad frente a la enfermedad.

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Imagen 1 Es importante vacunar a los niños a una edad temprana para evitar que adquieran enfermedades durante su juventud. Algunas vacunas contienen patógenos debilitados, en otros casos los patógenos están muertos o se trata de vacunas sintéticas sin ningún patógeno.

En lugar de esperar a padecer la enfermedad para adquirir la inmunidad, se puede forzar al sistema inmune a generar esta respuesta poniéndolo en contacto con la enfermedad. Esto se hacía en el caso de la viruela inoculando a personas sanas con el pus de las llagas de los enfermos.

La ventaja de hacer esto es que el paciente tenía buena salud y se encontraba preparado para enfrentarse a la enfermedad, pero seguía existiendo un riesgo de morir en el proceso. Los supervivientes no tenían que preocuparse por enfermar de nuevo de viruela.

Regresando a la viruela vacuna, era de conocimiento general que las lecheras (las mujeres que ordeñaban a las vacas) rara vez padecían viruela. El médico inglés Edward Jenner demostró esto de manera empírica infectando al hijo de su jardinero con la viruela vacuna, para posteriormente inocularle la viruela y comprobar que el niño era inmune a la enfermedad sin haberla contraído antes. Este fue el primer caso exitoso de vacunación. Posteriormente la nueva técnica de inmunización se extendió por el Reino Unido y el resto de Europa.

La primera expedición sanitaria de la historia para vacunar

En el año 1803 se produjo un importante suceso histórico. Debido a la alta mortalidad infantil provocada por la viruela, el rey de España Carlos IV decidió sufragar una expedición para difundir la vacuna de la viruela a través del Imperio Español, que abarcaba Sudamérica, Centroamérica y las Filipinas.

La expedición estaba a cargo del médico español Francisco Javier Balmis y consistió en el transporte por mar de niños huérfanos que habían sido inoculados con la vacuna. Esta era la única forma de transportar viva la viruela vacuna entre continentes.

La expedición de Balmis fue un éxito rotundo y permitió que la vacuna se extendiera a través de Norteamérica y Sudamérica. Posteriormente se dirigió a Filipinas y luego al puerto portugués de Macao, en China, ya que la vacuna todavía no había llegado a Asia por ruta terrestre.

La última parada fue la isla británica de Santa Helena en 1806, mientras el barco se encontraba rumbo a España. Se produjeron viajes posteriores hasta el año 1814 para asegurar que la población era correctamente inmunizada frente a la viruela.

Ninguno de los niños huérfanos que participaron en la expedición falleció debido a la enfermedad. Tanto el eminente científico Alexander von Humboldt como el propio Edward Jenner alabaron la iniciativa española de extender la vacuna por todo el mundo, siendo esta la primera expedición sanitaria internacional de la historia.

Uso posterior de las vacunas

Desde que fuera descubierta la vacuna de la viruela en el siglo XVIII, se han obtenido vacunas para otras enfermedades infecciosas graves. A lo largo del siglo XIX fueron obtenidas las vacunas de la rabia, la peste, el ántrax, el tétanos y la difteria. Todas estas enfermedades son extremadamente graves y algunas como la peste o la difteria pueden desencadenar epidemias. Por suerte, esto se terminó gracias a las vacunas.

Durante el siglo XX se descubrieron las vacunas de la tos ferina, la tuberculosis, la fiebre amarilla, el tifus, la gripe (que como se ha explicado antes no otorga inmunidad total frente a la enfermedad, ya que aparecen nuevas cepas cada poco tiempo), la poliomielitis, las paperas, el sarampión, la rubeola, la varicela, la neumonía producida por Streptococcus pneumoniae, la meningitis producida por Neisseria meningitidis, las hepatitis A y B, la influenza y la enfermedad de Lyme.

El descubrimiento de la vacuna de la polio

De todas estas vacunas, tal vez la más conocida se la vacuna contra la poliomielitis, o simplemente polio. La primera vacuna contra la enfermedad fue descubierta por el médico estadounidense Jonas Salk en 1952.

La polio se había convertido en la principal causa de mortandad en los EEUU durante la postguerra, muriendo miles de niños cada año y quedando inválidos decenas de miles debido a las secuelas de la enfermedad. Tal vez el afectado más conocido fue el presidente Franklin D. Roosevelt, quien quedó postrado en una silla de ruedas debido a las secuelas de la enfermedad.

En la vacuna de Salk, a diferencia de la vacuna contra la viruela, se empleaban virus muertos. Esto permitía al sistema inmune generar las defensas contra la enfermedad sin exponerse a padecerla. Posteriormente, en 1961, se desarrolló una vacuna administrable por vía oral que empleaba virus atenuados (muy debilitados) y que sustituyó a la vacuna de Salk.

La primera enfermedad erradicada gracias a las vacunas

ultimo caso viruela vacuna
1975
World Health Organization; Stanley O. Foster M.D., M.P.H.
Imagen 2 Rahima Banu, niño de Bangladesh víctima de la versión más grave de la viruela, conocida como viruela mayor. Este caso se produjo en 1975, cuando tenía dos años, y fue el último caso conocido de esta variedad grave de la enfermedad. Rahima se recuperó de la enfermedad y sigue vivo.

En el año 1958 se produjo otro suceso de gran relevancia en el campo de la vacunación. Pese a que la viruela estaba casi erradicada en los países desarrollados, seguía matando gente en otras partes del mundo.

Víktor Zhdánov, viceministro de salud de la Unión Soviética, propuso ante la Asamblea Mundial de la Salud un ambicioso plan para vacunar al total de la población humana a lo largo de la siguiente década.

Puesto que el virus de la viruela sólo afectaba a humanos y no podía vivir sin un huésped, en el momento en el que toda la población mundial estuviera vacunada el virus virtualmente desaparecería y las generaciones posteriores no tendrían que vacunarse.

Los dos países que más colaboraron al inicio de la iniciativa fueron la Unión Soviética con 15 millones de dosis y Cuba con 2 millones, uniéndose más adelante EEUU.

El plan resultó un éxito y la enfermedad fue erradicada. El último caso de viruela en el mundo se dio en 1977 en Somalia. Posteriormente, en 1978, una fotógrafa médica sufrió un accidente en un laboratorio de Gran Bretaña y falleció a causa de la enfermedad.

Desde entonces no se han producido más contagios. Las únicas muestras que se conservan del virus se encuentran en un laboratorio de EEUU y otro de Rusia bajo estrictas medidas de seguridad.

El motivo por el que no han sido destruidas estas muestras es porque el virus no fue estudiado a fondo antes de ser erradicado, ya que no se había avanzado lo suficiente en el campo de la genética, por lo que esas muestras podrían ser útiles en el caso de que una nueva cepa apareciera.

Se ha confirmado que el virus todavía persiste en momias congeladas de víctimas de la enfermedad, aunque se desconoce si esto podría desencadenar una epidemia.

Finalmente, en el siglo XXI se han descubierto una vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH), contra la famosa gripe A (variedad H1N1), una posible vacuna contra la hepatitis C y una hipotética vacuna para prevenir la adicción a la cocaína y la heroína, aunque esto tenga escasa utilidad médica.

En resumen, las vacunas son nuestra principal herramienta contra las enfermedades infecciosas. No sólo la esperanza de vida ha aumentado debido a la desaparición de enfermedades como la peste o la viruela, sino que la calidad de vida ha mejorado notablemente al volverse sumamente raras enfermedades como la polio, que dejan graves secuelas en quienes las sufren.

Fuentes:

  1. 1-  Baxby, Derrick (1999). «Edward Jenner’s Inquiry; a bicentenary analysis». Vaccine 17 (4): 301-7.
  2. 2-  Williams, Gareth. Palgrave Macmillan, ed. Angel of Death. Basingstoke. ISBN 978- 0230274716.
  3. 3-  Stern, AM; Markel, H. «The history of vaccines and immunization: familiar patterns, new challenges». Health Aff. 24 (3): 611-21.

4- de Arana Amurrio, José Ignacio. Historias curiosas de la medicina. (1994) Madrid; Espasa Calpe. ISBN 84-239-9111-3.

Biólogo, doctorado en ecología por la Universidad de A Coruña. Apasionado por la ciencia y enamorado desde la infancia de la naturaleza y los animales, especialmente la biología marina y los insectos.