- Los edulcorantes artificiales pueden tener efectos directos sobre la obesidad
- Provocan modificaciones en la microbiota intestinal con consecuencias para la salud
- Los edulcorantes artificiales pueden estar causando el efecto contrario al deseado
Ya hemos hablado en alguna ocasión sobre cómo la microbiota intestinal es importante para nuestra alimentación e incluso es capaz de tomar decisiones por nosotros mismos, ahora, un nuevo estudio arroja nueva luz sobre la importancia de la microbiota intestinal en el metabolismo de la glucosa y lo relaciona con los edulcorantes artificiales (sacarina, aspartamo,…), yendo hasta el punto de que los edulcorantes artificiales pueden estar detrás de la epidemia de obesidad y diabetes que se está extendiendo por todo el mundo.
Los resultados de este estudio han sido publicados en Nature por los investigadores Dr. Eran Elinav del Departamento de Inmunología del Instituto Weizmann y Eran Segal de Departamento de Ciencias de la Computación y Matemáticas Aplicadas.
Durante años, los investigadores han estado confusos sobre la posibilidad de que los edulcorantes artificiales no calóricos, no ayudaban a la pérdida de peso, sino que muchos estudios sugerían que podrían tener un efecto contrario. Los equipos de ambos investigadores descubrieron que los edulcorantes, aunque no contuvieran azúcar, tenían un efecto directo en la capacidad del cuerpo de utilizar la glucosa. La intolerancia a la glucosa (ocurre cuando el cuerpo no puede metabolizar grandes cantidades de azúcar en la dieta), es el primer paso en el camino al síndrome metabólico y diabetes adulta.
Experimentos en ratones con edulcorantes
Los investigadores dieron agua con los tres edulcorantes artificiales más usados, en una dosis equivalente al a permitida por la FDA. Los ratones desarrollaron intolerancia a la glucosa comparado con ratones que sólo tomaron agua o incluso agua con azúcar. Repitieron el experimento con distintos tipos de de ratones y diferentes dosis de edulcorantes y producían los mismos resultados, estas sustancias estaban de alguna manera induciendo intolerancia a la glucosa.
A continuación, investigaron la hipótesis de que la microbiota intestinal estuviera involucrada en este fenómeno. Pensaron que las bacterias podrían reaccionar a nuevas sustancias como los edulcorantes artificiales que el cuerpo no reconocería como «comida». De hecho, los edulcorantes artificiales no se absorben en el tracto gastrointestinal pero al pasar se encuentran con trillones de bacterias en la microbiota intestinal.
Los investigadores trataron a los ratones con antibióticos para erradicar muchas de las bacterias de la microbiota intestinal, a continuación transfirieron la microbiota intestinal de ratones que habían consumido edulcorantes artificiales a estos ratones, resultando en una transmisión completa de la intolerancia a la glucosa en el ratón que recibía la microbiota intestinal. Esto en sí mismo, fue una prueba concluyente de que cambios en la microbiota intestinal son directamente responsables de efectos dañinos en el hospedador.
Este grupo también encontró que incubando la microbiota fuera del cuerpo, junto con los edulcorantes artificiales, fue suficiente para inducir la intolerancia a la glucosa en ratones. Una detallada caracterización de la microbiota en estos ratones reveló profundos cambios en las poblaciones bacterianas, incluyendo nuevas funciones microbianas que se sabe que inducen a la obesidad, diabetes y complicaciones de estos problemas en ratones y humanos.
El efecto de los edulcorantes artificiales en humanos
¿Funciona el microbioma humano de la misma manera? Elinav y Segal probaron esto también. Como primer paso, observaron los datos de su proyecto Personalized Nutrition Project, el mayor ensayo humano para ver la relación entre nutrición y microbiota. Aquí, encontraron una asociación significativa entre el consumo de edulcorantes artificiales, configuración de la microbiota intestinal personalizada y la propensión a la intolerancia a la glucosa. Esto condujo a un experimento controlado, solicitando a un grupo de voluntarios quienes no tomaban generalmente comida edulcorada que tomaran este tipo de comida durante una semana, y realizar posteriormente ensayos sobre sus niveles de glucosa y de su microbiota intestinal.
Los hallazgos mostraron que muchos (no todos) de los voluntarios habían empezado a desarrollar intolerancia a la glucosa justo después de una semana de consumo de edulcorantes artificiales. La composición de la microbiota intestinal explicaba la diferencia: los investigadores descubrieron dos diferentes poblaciones de bacterias intestinales: una que inducían intolerancia a la glucosa cuando se exponían a edulcorantes y la segunda que no tenían ningún efecto. Elinav cree que ciertas bacterias en el intestino de aquellas personas que desarrollan intolerancia a la glucosa reaccionan a edulcorantes químicos secretando sustancias que provocan una respuesta inflamatoria similar a la sobredosis de azúcar y promoviendo cambios en la habilidad del cuerpo para utilizar el azúcar.
De acuerdo a Segal: «Los resultados de este experimento resaltan la importancia de una medicina y nutrición personalizadas para nuestra salud global. Creemos que un análisis integrado de «big data» de nuestro genoma, microbioma y hábitos alimentarios podría transformar nuestra habilidad para comprender cómo la comida y los suplementos nutricionales afectan a la salud personal y el riesgo de enfermedad.»
Además, según Elinav: «Nuestra relación con nuestra personal composición de microbiota intestinal es un gran factor que determina cómo la comida que tomamos nos afecta. Especialmente intrigante es el enlace entre el uso de edulcorantes artificiales (a través de las bacterias en nuestro intestino) y la tendencia a desarrollar los desórdenes que se supone que previenen. Esto supone una llamada a reconsiderar el consumo masivo de estas sustancias sin supervisión.»
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